Friday, August 18, 2006

Aquello que pasó una vez

Planeamos una huída
con todos tus ahorros
y todas mis ganas.
Le enseñamos los dientes
al mundo
y el mundo nos mordió.

A veces es mejor no pensarlo
- dijiste
Y no volvimos a pensar.

En realidad,
éramos dos niños
jugando a morir.

Hay lugares
que tengo prohibidos
y gente que habla de todo
menos de ti.

Parece que no haya ocurrido nada
y todo lo que soy fue aquello.

Deberíamos contarlo
- dije
Y nadie quiso escuchar.


Espero verte algún día.

Algunos dicen que estás muerta.
A veces es mejor no pensarlo.

Dos días

Dos días
y el aire se pudrirá
y lloverán cenizas
y jirones de seda
de ángeles ahorcados
y ginebra dulce
y espuma de absenta
y mugre y carcoma
de belloteros negros
y sudarios de fresa
con diademas oxidadas
de sirenas ahogadas
y jazmín demoníaco
y trozos de menta.

Dos días
para que te des cuenta
de que soy el futuro
de los años 50
de que un bocado
de mi carne
sabe a regaliz ardiente
de que el vino es la verdad
de que el látigo te gusta
y la sangre te apetece.

Dos días y no volverás a verme.

Decálogo de una locura pasajera

I

Abro mis brazos
a los simpáticos y vegetativos
espectros del sin.
Quizás mi amor
esté ahora haciendo punto
para abrigar al alacrán cósmico
que punce mis deseos
con una leve sonrisa
venida del asqueroso cielo.
Yo le veo sentido
a un mar de dudas
que haga navegar mi pensamiento
en un vaso de whisky.
Aunque quizás mi discurrir
sólo sea el hielo
que acabe alcoholizado
en el devenir de la tristeza.
Eres mentirosa e intratable
y me gustaría arrancarme los ojos
para no verte nunca.
“Adivino que moriré
si no me llamas esta noche”,
dije arañándome la cara
como un animal enfurecido
pero aquí sigo,
contemplando las coordenadas
de una historia
cada vez más predecible.
Hallo en mis brazos
al féretro del amor
que una vez sentí por ti
y me río a carcajadas
mientras otros me miran
estupefactos.



II

El viento hace crak, crak,
en los fríos cristales
mientras amanece un día
que yo no he firmado vivir.
El tráfico no está cantando
la serenata de mi incumbencia precisamente,
así que me acurruco en mis huesos
intentando evitar un escalofrío
que me turba.
No, gracias.
Sólo acepto entrevistas
cuando estoy contento.
Hable con mi almohada.
El sentimiento del fracaso
me acecha,
así pues me daré la vuelta
no vaya a quedarme en el sitio.
Morir de frío
sería demasiado hortera
para un romántico con aspiraciones.
Otra vez no.
Dios, ¿pero qué quieres?
¿Cuatro titulares enérgicos?
¡Te doy tres y vete!
He mendigado sus palabras,
he soñado sus besos,
¿y qué me queda? Ni el orgullo.



III

Daremos un paseo
por los prados incinerados
de la luna
pues parece que el sol
ya se ha sumido
en su propia sangre coagulada.
(Las anémicas tardes
a las que me someto
me hacen evocar
a los más míseros genios.)
En esta fiesta azul
que acabo de improvisar,
el folclore de las sombras
me deleita junto a la tos
que uno aporta,
intentando no quedar excluido.
Gracias a todos por venir,
ya le creía a Vd
prensado en ese libro,
muchas gracias,
no haberse molestado,
en seguida las pondré en agua.
Pasados los protocolos,
los obsequios
y la cena (no había nada preparado),
acabo pisando vidrios rotos
en la cuarta escena
de la noche
y las bailarinas de las paredes
me provocan un mareo nauseabundo.
Soplemos las velasy que esto acabe ya.


* Versos 4, 5 y 6 prestados de Charles Baudelaire.




IV

Aforismos epilépticos
caminando sobre una alfombra
manchada de nubes
pueden sentirse
en la holgazanería de mis palabras
y en los ademanes incalculados
de un romántico
en su propia decadencia.

Grabados sísmicos
en las pupilas titubeantes,
salpicadas de un sueño infernal
como un orzuelo profundo
de majestuosa pasión ciega.

¿Alguien conoce un lugar seguro y sin riesgos
para llevar a cabo un suicidio discreto?




V

Caricias y sortilegios
postrados en un altar
de paciencia espacial.
En el altar de mi soledad verdulera,
crepitando los sentidos
unos con otros,
susurrando a las tumbas faraónicas
de mi desparpajo milenario.
Una sonda espiritual para mi alma,
por favor,
está tiesa en el andén
de las pesadillas
y huele a podrido.
A manantial de miserias.
A sarcófagos de huesos humeantes.
A mermelada llena de insectos.
A gato atropellado, sin sudario.

Carroña y sacrificios
postrados en un altar
de indecisión tóxica.

Todo puede dar un giro
en torno a la media noche.
Si fuera verdad…
Ven a verme después de las 12
y hablaremos del tema.
Dejaré entornadoel muro de mi sabiduría
para ti.




VI

Asesinos que huyen del amor
con princesas llamativas
bajo el brazo.
No faltarán hombres
en el mundo
para correr tras ellos,
“provistos” de la vergüenza
que no tienen,
intentando parecer
apuestos y honrados
para ganar la carrera,
envidiosos del que alcanza
y consigue,
(aunque de la forma más temeraria).
NO estás sola:
huye a mi lado
de mí.
Estos carnavales religiosos
ya los he pasado antes,
así que situémonos
en el centro del tornado.
¿Me toca perseguirte otra vez
hasta quedar mareado?
Podríamos cambiar algún día
los papeles
mentales.
Porque tú estás más enferma
que yo,
¿no lo sabías?
¿De qué están hechos los besos?
De pimienta principalmente.
¡Por eso nunca me diste uno!
Venga, recoge las flores
que hasta llegar a mí
has dejado a tu paso
y VETE.
Eres tan guapa
como una sinfonía de Tchaikovsky.




VII

Llevo vistos en mi vida
muchos borrachos
y ninguno como yo.
¿Puedes acercarme la botella
del queroseno
y quemarme vivo?
La catarsis del deseo
que late en mis entrañas
en la terrible intolerancia
de la realidad que me aniquila.
El vaivén
de mi lánguida crudeza soñadora
con la voraz y sangrienta
cruz del deseo inmediato.
Caronte, rema hasta mí
porque la mancha más rancia
aún está por cubrir
el reinado del mal.
¿Debe doblegarse el hombre
ante la desgracia
sin otro consuelo que las lágrimas?
Aforismos que me alentan
en mi empresa
del sentido común.
Remaremos.
Viva hate!


*Versos 19, 20 y 21 prestados de Jean Paul Sartre.





VIII

El teléfono
salpicado de sangre.
Para no llamar más.
Los pañuelos que cubren mi nariz
oxigenan el cerebro desquiciado.
Algo se retuerce
en el cielo despótico
de nuestros ancestros.
¿Algo frenará la crisis
que nos empuja al fondo
de la nada?
Almas serigrafiadas
de marchita negritud.
¿Es posible un amor siniestro?
Quiero el blanco
de la paz.
Quiero el sueño
que una vez
fue un sueño de verdad.
Pero la espiral que me acuchilla
con sus ondas rapaces
me centrifuga a un desagrado mortal.
Cosmos siderúrgicos,
apatía y lentitud
en el cielo descendido
a la parálisis
de un poema
escrito
con la sangre del fracaso.




IX

Las azucenas del paraíso
me observan
sólo para utilizarme de espejo
y así contemplar lo bellas que son,
reflejadas en mis pupilas,
derretidas por su atención.
Ya lo sé,
nadie quiere entablar conversación
con un mendigo del amor.
Grecia te llama,
Grecia te suplica.
Quiere el molde de tu rostro
para el heraldo
de la belleza eterna.
¿Quién podría decir NO
al sonido del mar,
al espléndido amanecer
o a una lluvia de estrellas?
Nadie posee tanto poder
como para negar
los designios de DIOS.
Es gratuito crear una fantasía
pero extirparla cuesta el infierno.
Todos estamos locos,
la diferencia
es que YO lo manifiesto.
Sí, dos terrones, por favor.




X

Agria paloma
descansa en mi mano,
dulce amatista
de agua temprana.
Domingos lentos,
palabras hiladas
con sollozos
de estatuas blancas.
Al son del veneno leucótico.
Al sur de la gris esperanza.
Caminar lo caminado
hasta llegar a una lágrima.
Limpiarse la húmeda cara,
a la que el tiempo se agarra
como una bestia a su presa,
dejándola magullada.
Esa tenue luz,
cogida del filamento
de un sueño,
se fundirá para no brillar más.
La resaca de la locura
es tormentosa
y el amor desvanecido
tan trágico…



FIN

El último baile

Padre,
este es el último baile,
es hora de dormir,
por hoy ya estuvo bien
¿lo dejamos aquí?

Padre,
no ha debido educarme así
pero así sucedió
y ahora quiero volver
a tratar de correr
sin siquiera haber aprendido a andar

Sé que no es frecuente en mí
escuchar la verdad
pero deje que al menos
intente cambiar.

Y que me extirpen del alma
este pecado mortal
que me anega y me arrastra
como el agua cuando hay pleamar.

Padre,
mire el cielo cómo abre
y cuanto más azul está
más difícil será luego salir.
Déme sólo una razón
para seguir aquí,
si la noche murió
y la luna se vio
condenada una vez más
a desaparecer.
(Y así mismo hago yo,
alguien que lo intentó
y al cabo se dijo:
"nos vamos, no hay nada que hacer.")

Y se revuelve aquí dentro
este inextirpable mal,
que sólo el veneno
parece saber calmar.

Padre,
dígame si es incurable
esta enfermedad
que es poder apreciar
cosas buenas aquí
con sensibilidad
y saberme a la vez tan incapaz
de disfrutarlas
igual que hacen los demás.

Y si ahora le rezo,
Padre, ha de entender
que es porque tengo miedo
y no porque tenga fe.



Nacho Vegas, "Esto no es una salida" 2005